Esta entrada está dividida en 2 partes, las dos son traducciones hechas por este sitio, sobre aquel fatídico 15 de diciembre de 1969, de las siguientes fuentes:
http://www.osservatoriodemocratico.org/page.asp?ID=3176&Class_ID=1001
http://salvatoreloleggio.blogspot.mx/2012/01/chi-uccise-giuseppe-pinelli-di-leonardo.html
Giuseppe Pinelli cayó del cuarto piso de la sede del cuestor de Milano pocos minutos después de la medianoche del 15 de diciembre de 1969. Ferroviario de cuarenta y un años, histórico dirigente del Círculo anárquico “Ponte della Ghisolfa”, había sido detenido por el comisario Luigi Calabresi la noche del 12 de diciembre, pocas horas después, la masacre de la plaza Fontana, es detenido ilegalmente.
Como muchas veces ha sido narrado, primero se afirma, por parte de los dirigentes de la sede del cuestor, que Pinelli estaba implicado en la masacre de plaza Fontana, después que, sintiéndose perdido, se habría suicidado. La conclusión jurídica fue escandalosa. La piedra tumbal fue puesta en octubre de 1975 por el juez instructor Gerardo D'Ambrosio con su famosa sentencia de absolución, única en la jurisprudencia italiana, por lo que no se trató ni de homicidio ni de suicidio. Giuseppe Pinelli, despreciando las más elementales leyes de la física y de la medicina legal, causa un «malestar activo» fue presa, según esta reconstrucción, de una «improvisada alteración del centro de equilibrio», que provocando «movimientos descoordinados» lo proyectó literalmente fuera de la ventana. Un fenómeno sin precedentes, nunca más verificándose en ningún otro lugar y en ningún otro país. Pero sólo aquella noche, aquella hora, en aquella sede del cuestor de Milano, fue víctima un ferroviario anárquico.
Una reconstrucción claramente inventada con el simple objetivo de no llevar a proceso a los policías y a los carabinieri responsables, entre ellos, el comisario Luigi Calabresi, como testimonió Pasquale Valitutti, otro anárquico, que lo vio entrar y no salir de aquella sede del cuestor antes del "vuelo" de Pinelli. Un acto de vergonzosa sumisión de la justicia.
Desde entonces han sido formuladas diversas hipótesis sobre el fin del anárquico. Algunas definitivamente fantasiosas. Una, en particular, entre las últimas, ha dejado a todos estupefactos. No la externó cualquiera, nada menos que un ex comisario de policía, Giordano Fainelli, ahora jubilado, presente aquella noche en la sede del cuestor. En una entrevista concedida a la agencia periodística Il Velino, en julio de 2006, narró que «Pinelli había sido dejado completamente solo» y que «alrededor de medianoche» «vino a su encuentro su colega Mainardi agitadísimo» y le dijo: «Ha escapado Pinelli, no se encuentra más». Pero la fuga había concluído trágicamente: el anárquico, pegándose, para escapar, a la balaustrada de una puerta-ventana (según Fainelli del tercer piso, mientras que Pinelli se precipitó desde el cuarto) se había deslizado despedazándose en el patio inferior. El motivo de este inexperto tentativo, el hecho que no podía «negar más su implicación» en los precedentes atentados de agosto. Es increíble que quien narró esta mentira haya sido un funcionario de policía, que no sólo ha fingido no saber que por aquellos atentados de agosto fueron después condenados con pruebas indudables los fascistas de Ordine nuovo, pero que en todos estos años bien se ha custodiado referir su narración a un magistrado.
Una herida de verdad, pasada bajo silencio, ha sido dado, en cambio, por otra investigación, ésta sí increíblemente olvidada. Nos referimos a un interrogatorio unidos a los actos del juez veneciano Carlo Mastelloni en el curso de sus investigaciones concernientes al avión militar C-47 Dakota, con la clave Argo 16, a disposición de los servicios secretos italianos, caído el 23 de noviembre de 1973 en Marghera, en el que perdieron la vida cuatro miembros del personal de vuelo. Se conjeturó el sabotaje por parte del Mossad israelí como acto por la política filo árabe italiana. El mismo aeroplano, algunas semanas antes, había sido, de hecho, utilizado para reportar en Medio Oriente cinco palestinos detenidos en Ostia mientras preparaban un atentado contra un avión de la compañía de emblema El Al. Y bien, en un largo testimonio del ex suboficial Giuseppe Mango, desde 1965 tomó la dirección central del ministerio del Interior, entregada el 19 de abril de 1997 y concerniente al funcionamiento de la oficina de los negocios reservados, también se habló de la muerte de Giuseppe Pinelli.
Antonino Allegra, el dirigente de la Oficina política del cuestor de Milano «fue convocado en Roma por D'Amato», el director de la División de los negocios reservados, «y ambos se transportaron por Vicari», el entonces jefe de la policía, así dijo Giuseppe Mango. «Allegra sostenía que Pinelli se había apoyado de espaldas a la ventana y que de repente había caído». Una reconstrucción nueva, nunca antes presentada, impedimento revelado con las destituciones de todos los que se encontraban en aquella sede, acompañada de un elemento posterior clarificador. «Desde D'Amato mismo supo que al caso Pinelli había sido declarada una falsa confesión de Valpreda, noticia repentinamente llevada por alguien, creo que por el capitán de los carabinieri, que había incursionado en la habitación llena del personal de la sede del cuestor».
Evidente la concatenación de los dos eventos. Pinelli de espaldas a la ventana había sido violentamente agredido por quien, a través de una declaración inventada, le respondía a la culpabilidad de los anárquicos. Una presión, incluso física. Por aquí la caída en el vacío. Pero también la explicación de la ausencia en sus manos y en sus brazos de abrasiones. En esa posición había caído hacia atrás, muerto. No había podido tampoco tentar aferrarse en las protuberancias del muro. Había golpeado en la cornisa inferior y había después terminado en el patio. Quizá las cosas sucedieron precisamente así. Con el debido respeto a D'Ambrosio.
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Quién mató a Giuseppe Pinelli
(de Leonardo Sciascia)
Luigi
Calabresi, comisario de policía, había estado entre los inquisidores en la
masacre en Piazza Fontana, sucedida en Milano en diciembre de 1969. En aquélla,
había sido acusado por el movimiento de “Lotta Continua”-Lucha Continua- y por
su periódico, conducido por Adriano Sofri, de ser responsable de la muerte de
Giuseppe Pinelli, ferroviario anárquico, caído desde el quinto piso de la sede del cuestor
en circunstancias bastantes oscuras, también por las mismas contradictorias
declaraciones de policía y del gobierno.
La
polémica contra la masacre rápidamente llamada “de Estado” (y que quedó ya
impune también por las comprobadas pistas falsas operadas por órganos del Estado)
de inmediato comenzó y se concretizó en una verdadera y peculiar contra-investigación.
Ésa se acompañaba – en los movimientos de extrema izquierda – de una fuerte denuncia del esfuerzo inmediatamente puesto en acto por los investigadores (en primer lugar el cuestor Guida y, precisamente, el comisario Calabresi) de acusar a los anárquicos del cruento atentado. El mismo trágico fin de Pinelli, después revelándose incontestablemente inocente, había sido usado para confirmar la matriz anárquica de la masacre: al ferroviario habían estado atribuidas inexistentes confesiones y declaraciones sobre la anarquía, también por avalar la tesis del suicidio.
Ésa se acompañaba – en los movimientos de extrema izquierda – de una fuerte denuncia del esfuerzo inmediatamente puesto en acto por los investigadores (en primer lugar el cuestor Guida y, precisamente, el comisario Calabresi) de acusar a los anárquicos del cruento atentado. El mismo trágico fin de Pinelli, después revelándose incontestablemente inocente, había sido usado para confirmar la matriz anárquica de la masacre: al ferroviario habían estado atribuidas inexistentes confesiones y declaraciones sobre la anarquía, también por avalar la tesis del suicidio.
Por las
denuncias de “Lotta Continua”-Lucha Continua- contra los agentes de Milano surgió
un proceso por calumnia, que tenía como acusados a los redactores del
periódico y como acusador a Calabresi; pero lo transformó en un proceso,
Calabresi, que Lc [Lotta Continua] indicaba como el principal responsable de la
muerte de Pino Pinelli. Después, las controvertidas pruebas del
lanzamiento de un maniquí desde la ventana, los jueces excluyeron tanto el
suicidio, como el homicidio: en la sentencia hablaron de un “malestar activo”,
por efecto del que el ferroviario hubiera precipitado por la
célebre ventana (demasiada alta para una caída accidental y “pasiva”). “Lotta
continua” –Lucha Continua- , propuesta la apelación, continuaba a llamar
asesino al Calabresi y deseaba que la justicia proletaria tuviera su curso
prescindiendo de las mentiras de la magistratura del Estado burgués. Cuando, en
mayo de 1972, Calabresi es asesinado, el periódico y los volantes del movimiento
de Sofri declararon que el acto correspondía a la voluntad de justicia del
proletariado.
Por años
las investigaciones, sobre la matanza, del comisario, dieron vueltas en el
vacío.
Mucho tiempo después, en agosto de 1988, por sorpresa Leonardo Marino, un obrero meridional amenazado, ya militante de “Lotta Continua” –Lucha Continua-, se acusó de haber participado al homicidio, indicando como autores materiales dos de sus viejos compañeros (Bompressi y Pietrostefani) y como jefe, el líder de Lc –Lucha Continua-, Sofri.
Mucho tiempo después, en agosto de 1988, por sorpresa Leonardo Marino, un obrero meridional amenazado, ya militante de “Lotta Continua” –Lucha Continua-, se acusó de haber participado al homicidio, indicando como autores materiales dos de sus viejos compañeros (Bompressi y Pietrostefani) y como jefe, el líder de Lc –Lucha Continua-, Sofri.
Era el inicio de una larguísima historia judicial, hecha de recursos y anulaciones, con sentencias numerosas y contrarias, que habría concluido con la condena definitiva de Sofri. Él la había después socráticamente descontada, refutando pedir la “gracia” por un crimen del que se declaraba inocente.
El 28 de
agosto de 1988, muchas páginas de “L’Espresso” fueron inevitablemente dedicadas
a la confesión de Marino, a la investigación y al arresto de Sofri. El
comentario de los hechos es dado a Leonardo Sciascia, que con razonables
argumentaciones se declaraba convencido de la inocencia de los acusados. Lo que
sigue es un pasaje muy interesante que lleva a la escena de la horrible muerte
de Pino Pinelli. (S.L.L.)
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