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sábado, 15 de marzo de 2008

El SERvicio original (parte 2)

En un inicio pensaba en mi escultura como algo que tuviera serias similitudes conmigo, pero irónicamente quería alejarme de toda actitud egocéntrica; cambiando radicalmente mi postura para pensar en una obra que me complementara.

Primero quise utilizar madera para la creación, pero me entró un toque de razón y no pretendí manipular cual titiritero sus acciones y cambié de material, ya que el desarrollo autómata de la figura de madera, finalmente me aburrió. No quiero hacer mayor alarde de tal frustrante recuerdo.
-Repentinamente aparece una interrupción al narrador-(se trataba de su acompañante):Me gustaría saber, ¿por qué no comentas más de los orígenes de la creación, de tu creación, ya que esto se ha vuelto un discurso adictivo para mí? -Continua el narrador, respondiendo a tal cuestionamiento- Pero cómo negarme a alguna petición tuya, si tu compleja pre-esencia me enriquece el alma. Y por pre - esencia quiero decir que, una vez que alguien te percibe y te conoce, no puede olvidar o mejor dicho, no se le permite olvidar esa fascinación que dejas en el ambiente y que hace que muchos enloquezcan al no poder conseguirte y en casos de los más extremos ni siquiera evocarte. Cada vez que me deshago en halagos por ti, vulnerabilizándome, siento un choque de adrenalina entre la poca humildad con la que el ser fue concebido y la producción del ego adquirido. Esos son síntomas adictivos históricos que han servido al ser desde su origen.Sin mayor evasión continúo respondiendo a tu aparente interés; mi escultura de madera era el enfoque, fruto de un tiempo perdido, y digo esto porque sentía lejana a aquella escultura, sabía que si le cortaba los hilos (metafóricamente hablando), le cortaba la vida, dando vida a un drama de soledad.Todo comenzó con sonidos litúrgicos que profetizaban el triste desenlace, literalmente era el desencadenamiento del artista con su obra, era dejar libre a algo que nació preso; era faltarle al respeto al libre albedrío, parodiándolo. Su final decidido estaba y el fuego como elemento que consumaría el capítulo de ésta historia del aprendizaje de un semi-Dios; optando por desaparecerla unida a mi, sin cortarle los hilos, muriendo así una parte de su autor; tomando esta experiencia como un cumplimiento kármico.

La siguiente etapa era no caer ante el logro aparente de la perfección escultórica lo cual era altamente subjetivo y evidentemente redundante de mi parte por enfatizarlo.


El siguiente material a utilizar elegido fue el barro pero, ya existían precedentes espirituales de eso, con no muy buenos resultados y para referencia basta con ver la punta de nuestro índice. Por lo tanto, opté por el acero y sí, tuvo ventajas físicas al principio, pero desventajas humanas que descubrí más adelante.
Una clara característica que diferenciaba a la escultura de acero de la de madera era la magia del brillo que producía, una magia que compartía con un primer modelo que realicé de esta escultura, una escultura de hielo, con virtudes superficiales como las del acero, pero de una pre-esencia efímera; con una vida corta que ocasionó una mayor melancolía al desaparecer tan rápido. (continuará......)


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