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miércoles, 28 de julio de 2010

El suicidio del mes: Emilio Salgari


AVANCE:

Fuente: http://www.letteraturadimenticata.it/Salgari.htm
Traducción: Fausto Alighieri

En 1909 Emilio Salgari cumple un primer intento de suicidio, arrojándose sobre una espada. Lo encuentra su hija Fatima. En 1910 su esposa se ve obligada a escribir a Bemporad solicitando no se sabe bien qué cosa (lamenta de cualquier manera la suspensión del cheque mensual), pero la editorial responde secamente de no estar dispuesta a soportar presiones de ningún tipo.

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Fuente: http://www.emiliosalgari.it/appunti_di_viaggio/fabio_saggio_biografia.htm
Traducción: Fausto Alighieri

Murieron los padres de Salgari, su esposa fue internada en un manicomio y Emilio saca sus últimos bellísimos libros. Pide ayuda económica a la Real Casa, pero quién se podía ocupar del pobre escritor veronés, con el asesinato del Rey Umberto y la guerra en puerta. Después la fría mañana del 25 de Abril del año que todos conocemos cayó, finge esperar el tranvía, el 68, luego se dirige a pei colli, en donde hace la última de sus tareas exóticas: el harakiri, suicidio chino por medio de una navaja. Lo encontró una campesina, con el vientre y la garganta ensangrentados. En su chaqueta de pana gris no había documentos pero sí dos cartas, una destinada a los hijos y una a sus editores.
El día de los funerales un grandísimo público se reune enfrente de la casa de Corso Casale. Fatima, incluso la hija más grande se desmaya en el cuerpo del padre. Luigi Motta lanzará la iniciativa para ayudar a los hijos, una pequeña contribución es puesta en una cajita.
No abandonará nunca a Emilio, llegando a golpear a Gaetano Salvemini que había osado escupir sobre Salgari. Intentará continuar las aventuras del colega veronés pero sin éxito. Lo mismo harán los hijos pero con el mismo resultado. Fatima morirá de cáncer, precediendo la madre que terminará sus días en un manicomio. Nadir y Romero mueren jóvenes. Omar por un tiempo escribirá las aventuras de Sandokan y del Corsario Negro, luego se aventará por la ventana, como ya había hecho su abuelo.

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SALGARI La riscossa del Corsaro triste
[SALGARI. La rebelión del Corsario triste.]

Fuente: http://archiviostorico.corriere.it/2001/agosto/11/SALGARI_riscossa_del_Corsaro_triste_co_0_0108117309.shtml

Autor: Nascimbeni Giulio
Traducción: Fausto Alighieri

En 1931, el joven Cesare Pavese escribió una poesía titulada Los mares del Sur, en la que se leen estos versos: «Oh desde hace cuánto tiempo jugué a los piratas de Malasia, / cuánto tiempo ha transcurrido. Y desde la última vez / que bajé a bañarme en un punto mortal / y perseguí a un compañero de juegos sobre un árbol / quebrando las bellas ramas y rompí la cabeza / a un rival y fui golpeado, / cuánta vida ha transcurrido. Otros días, otros juegos, / otras salpicaduras de sangre ante los rivales / tan evasivos: los pensamientos y los sueños». Haber jugado «a los piratas de Malasia» significaba haber leído los libros de Emilio Salgari y tener nostalgia por una edad de la vida en la que los héroes del «capitán» veronés precedido de la imaginación y de los poemas estudiados en la escuela. La diferencia era fundamental: los héroes de Homero se puede ordenar: o Héctor o Aquiles, o Eneas o Áyax Telamonio, o Paris o Ulises. Con los héroes del «capitán» se estaba en una sola parte. Los piratas de Malasia (pero, más tarde, también el noble, elegante y doloroso Corsario Negro) no admitían elecciones. La justicia, la indomable audacia, la lealtad, la fuerza no se repartía como el botín de un embarque. Sandokan y Yanez no tenían rivales. Podían ser derrotados, arriesgar el naufragio entre los gritos de los combatientes y el rugido de los cañones, pero ni siquiera por un momento vacilaba la indestructible fidelidad de los pequeños lectores. Torino, 22 de Abril de 1911, en el número 205 de la Avenida Casale, en la aldea de la virgen del Pilón. Emilio Salgari está escribiendo. Moja la pluma (un canuto al que la plumita está unido con un hilo trenzado) en la tinta de producción casera que el «capitán» obtiene de algunas bayas. No hay apuntes sobre la desquiciada mesita, no hay fichas sobre las cuales trazar las exploraciones de la «trama» de una novela. A todo esto Emilio ya ha dicho adiós. La pluma se mueve sobre hojas de papel de literatura. Es la misma pluma que por días y días, noches y noches, en el humo asfixiante de cientos de cigarrillos, con el engañoso consuelo de proyectos de Marsala, ha contado mares rugientes y fulgores de huracanes, señales de tormentas y de naufragios, la omnipresencia de la muerte y de la emboscada, sueños de sangre, relámpagos espantosos, terribles misterios, delirios de odio y de amor, venganzas implacables, ecos de música silvestre, junglas engañosas, cielos que parecen no conocer el sol. Una carta es para los cuatro hijos: Fatima, Nadir, Omar y Romero. La esposa Ida Peruzzi fue hospitalizada en un manicomio por una «forma de manía furiosa»: no había mucho dinero para llevarla a una clínica privada. El «capitán» escribió: «Mis queridos hijos, soy un vencido. La locura de su madre me ha destrozado el corazón y todas las energías. Espero que los millones de admiradores mios, que por tantos años divertí e instruí, se ocupen de ustedes. No les dejo más que 150 liras, más un crédito de 600 liras…Entiérrenme por caridad como alguien completamente arruinado. Los besa a todos con el corazón sangrante su desgraciado padre Emilio Salgari». Sigue un post-data [post-scritum]: «Voy a morir en el Valle de S. Martino, cerca del lugar en donde vivíamos en calle Guastalla en donde íbamos a desayunar. Se encontrará el cadáver en uno de los barrancos que conocen, porque estaba recogiendo flores». Otra hoja y esta vez la carta, dirigida «A mis editores», es un duro acto de acusación: « A ustedes que se han enriquecido con mi piel manteniendo a mí y a mi familia en una continua semi-miseria o más, pido solamente que por compensación de las ganancias que les dí piensen en mis funerales. Los saludo destrozando la pluma. Emilio Salgari». Otra carta es dirigida a los directores de los periódicos torineses: «Vencido por las penas de todo tipo, reducido a la miseria a pesar de la enorme masa de trabajo, con la esposa loca en el hospital, a la que no puedo pagar la pensión, me mato. Cuento millones de admiradores en cada parte de Europa y también en América. Les ruego, señores directores, abrir una suscipción para sacar de la miseria a mis cuatro hijos y poder pasar la pensión a mi esposa hasta que esté en el hospital. Con mi nombre debía esperarme otra fortuna y otra suerte». Continuan los agradecimientos y la firma «Cav. Emilio Salgari». El 22 de Abril de 1911 es sábado. Salgari se quitará la vida el martes 25. Aquella mañana un haz de luz entra en el cuarto, se escucha desde el cielo un murmullo de pájaros. Oh, si fueran las espléndidas palomas llamadas «morobo» o las bellas «alude» de las plumas color turquesa…Pero Emilio, que las ha inventado en sus libros, no escucha más. No seguiremos los movimientos de Salgari. En la carta dirigida a los hijos ya había dicho en dónde iría a morir y el «capitán» respetó sus trágicas anticipaciones. Falta el detalle del arma que habría usado para quitarse la vida: la encontraron aún apretada en la mano derecha: una navaja afiladísima. El Corriere della Sera del 26 de Abril de 1911 escribió que «este evocador de países exóticos pensó en el fin de los Samurái ofendidos, en el atroz y honroso harakiri el cual probaba el estoicismo de aquellos nobles guerreros de frente a la muerte». La mujer que vió por primera vez el cadáver era una joven lavandera, Luigia Quirico, que había ido a recoger madera en el Valle de San Martino. El delegado Pappalardo, llegó al lugar con algunos agentes, identificó el muerto a través de un recibo firmado «Cav. Salgari». En el Instituto de medicina legal, la lección del cuerpo del «capitán» fue hecha por Mario Carrara, que se había casado con Paola Lombroso, hija de Cesare Lombroso (1835-1909), el enciclopedista del crimen, que había nacido en Verona y muerto en Torino precisamente como Salgari. En los funerales ninguna autoridad, ni personaje ilustre, pero sí una multitud de jóvenes, estudiantes, obreros, artesanos. El cuerpo fue llevado en tren a Verona en Febrero de 1912. Una violenta lluvia no impidió en el cementerio el óptimo discurso del síndico Gallizioli, después de que el féretro pasó, como narró un cronista, «entre imponentes vallas humanas».

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha parecido interesantísimo, buscaba información un poco más detallada sobre su muerte y aquí la he encontrado, un saludo :)

Fausto Alighieri dijo...

Muchas gracias por tu comentario, un saludo :)